Solemos pensar que los tiempos pasados fueran mejores, sobre
todo los años 80 y 90, que fueron clave en la industria del videojuego.
Recordamos nuestra niñez y nuestra inocencia como algo a lo que desearíamos
volver. Qué irónico, cuando somos pequeños deseamos crecer y cuando ya somos
adultos nos encantaría volver por momentos a ser aquéllos niños sin compromisos
y sin tantas obligaciones. La nostalgia, y el cariño hacia el pasado nos hacen
sentir sensaciones de melancolía y acordarnos de los primeros videojuegos,
aquéllos que eran muy simples, con una tecnología que hoy posiblemente nos
provocaría un dolor de cabeza si la tuviéramos que probar, con sus misterios y mecánicas de ensayo-error ya
que ningún gameplay nos iba a chivar absolutamente nada del contenido. Como mucho, podríamos hacer llamadas al soporte técnico. Hoy en
día, lo retro está muy presente y las industrias saben llegar a nuestro kokoro
y por ello se encargar de lanzar remasterizaciones y remakes para adaptar el
aspecto del juego a la nueva era o simplemente para ofrecernos un producto mejorado.
Hoy os quiero hablar del juego que estuvo presente en mi
infancia, allá por primeros de los años 90. Fue Donkey Kong, un clásico que,
aunque éste ya había nacido antes como juego de máquina recreativa creado por
Nintendo en 1981, una servidora comenzó a probarlo años más tarde y en casa de
una amiga. Recordemos que por entonces, tener un ordenador era un lujo que muy
pocos podían permitirse y era muy típico que muchos nos desplazáramos a la caso
del amigo privilegiado que si gozaba de la máquina, aquéllos primeros ordenadores de 8
bits. Lo llamo máquina porque la apariencia de los ordenadores en tan sólo 30 o
35 años ha cambiado de una forma realmente escandalosa. ¡Es increíble, hace
nada era una niña y ya han pasado más de 30 años! Es lo que tiene vivir en
plena época de auge tecnológico.
Donkey Kong nos entretuvo, nos hacía sumergirnos entre la
rareza de las pequeñas máquinas nuevas que apenas palpábamos y sus escasos colores, y nos dio
momentos muy divertidos, además también ayudó en su día a Nintendo a hacerse
con el mercado con numerosas ventas a nivel doméstico y siendo este título el
más jugado en los salones recreativos también. La historia del juego era muy simple,
pero entonces no era necesario más para hacernos felices. ¡Bendita inocencia! Estábamos ante la
clásica historia de chico rescata a chica y dificultades en el camino, típicas de los juegos de plataformas. Aparentemente
era sencillo, pero para aquéllos padres que duden del papel de los videojuegos,
os comentaré que se ejercitaba la coordinación entre vista y brazos, dotando de
beneficios muy buenos para los niños.
Como decía, apenas había color en las pantallas estáticas,
recuerdo el resalto del verde que me llamaba mucho la atención. Estas
pantallas eran de cuatro tipos, en las que teníamos que alcanzar a la chica y
hacer caer al grande Donkey Kong. Además, pudimos ver de debutante al
archiconocido Mario, aunque por entonces no tenía ese nombre. De todos modos,
el verdadero icono del juego fue el gorila, cada cosa en su sitio. Y es que los villanos de los años
80 y 90 tenían un carisma que hoy en día, a modo personal, cuesta encontrar. El
papel de malo malísimo cautivaba muchísimo más. También antaño, tenían la
ventaja de poder sorprender más ya que hoy en día está todo muy trillado y es
mucho más difícil destacar en el rol del bueno, del malo o de la princesita,
por poneros ejemplos. Que muchas veces también se nos olvida este punto y criticamos pero es que también hay que tener en cuenta los contextos.
Fue el Donkey Kong Country de 1994 el que ya tenía unos
gráficos muy mejorados con respecto al basado en el original de máquinas
recreativas. Y además, por si no le recordáis, el gorila contaba con un nuevo
compañero, Diddy Kong, con el que tenía que recuperar la reserva de plátanos.
Al año siguiente, en 1995, se lanzó Donkey Kong Land para la Game Boy, y se
continuaba con el argumento para dar más vidilla al título y mantenernos
enganchados. En este sentido, siguió mejorando y de hecho se hizo para 9
videoconsolas diferentes, llegó a la televisión y por supuesto, a las tiendas,
porque desde luego supuso un boom de la época y todos queríamos tener a Donkey
Kong hasta en nuestras camisetas.
Actualmente se puede jugar mucho más mejorado que en su día,
y una tarde estaría bien para traerlo a la mente por ese cariño dormido que nos
despierta y la melancolía del pasado. Aunque, personalmente, soy de las que
prefiere quedarse con el recuerdo y no postergarlo de más, ya que actualmente
hay otros títulos que requieren mi atención. Cada época tiene sus títulos
encantadores y está claro que la infancia no sería la mano si no nos hubieran
acompañado grandes como Donkey Kong.
Comentarios
Publicar un comentario